En este cuarto capítulo, la enseñanza se compara tanto a una gran empresa, en la que se sabe aprovechar los recursos humanos con los que se cuenta, y un buen ejemplo de ello es la educación en plena Revolución Industrial. Se cita el gran parecido y proceso de la educación que se impartió en la época victoriana y la producción obrera.
Los países potencias de otras épocas, como Francia e Inglaterra, han sabido mantener una educación elevada para su pueblo, como compensación a la pérdida de poder. Más no como ocurre con EE.UU. que se encuentra en una gran crisis educativa.
Los autores esbozan la llamada “escuela expandida” entre la escuela, propiamente dicha y el hogar. Antiguamente se usaban herramientas antiguas como la pizarra y la tiza, que no se hallaba con facilidad en las casas; hoy, la escuela ha perdido la categoría de ser la exclusiva en brindar conocimiento. Esto lo puede hacer hasta una maquina, pero un docente preparado, sabe orientar la información. Así que no solo basta con tener la información, sino tener mentes preparadas para hacerla entendible a los demás.
La idea de una educación digital que sugiere esta obra es tentadora, pero no imposible en un mañana más globalizado, llena de apremios en la necesidad del conocer y trasmitir así, a los descendientes, ese bienestar y responsabilidad necesaria para un desarrollo equilibrado y sostenible.
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