Si en medio de la revolución digital, se estableciera al hogar como una escuela, esta sería tomada de una manera normal. En el presente capítulo, el noveno, se hablará acerca de esto.
Basado en las estadísticas que indican la mayor presencia de computadoras en el hogar, esta sería realidad. Si le añadimos lo puesto en comentarios anteriores, eso de crear un red entre alumnos y docentes, es algo real, pero obviamente, esto trae opiniones a favor y otras en contra.
A favor sería una reestructuración del plan de enseñanza del profesor, haciendo que busque nuevos métodos de llegada al alumno, con el soporte de la tecnología.
En contra está lo más temido, lo que pasó con los celulares o la televisión. Estos objetos en sus comienzos eran vistos como algo útil, que servían a la familia y eran usados en ocasiones especiales. Ahora son utilizados con un fin placentero o de diversión. La computadora podría tener el mismo fin, a menos que se sepa utilizar correctamente, y para llegar a este caso, hace falta capacitación, tanto en el docente como en el alumno.
El texto tiene razón en señalar la frustración del padre al ver que el fruto de su esfuerzo, la computadora, sea usada con fines recreativos. Pero tampoco hay que generalizar, puesto que hay juegos interactivos que motivan la curiosidad o la perseverancia. No se trata de defender esto, sino simplemente señalar que esto se debe al consumismo, en el cual tarde o temprano se apodera de las mentes más jóvenes. Hace falta una buena preparación en los tutores.
Otro problema es la falta de espacio para usar los juegos interactivos, no solo virtuales, sino también físicos, como un robot o figuras a escala.
Por último, se recalca la importancia de la comunicación, apoyada por el internet, porque es esta quien abre la mayor cantidad de fuentes y enlaza más rápidamente. Esto estaría bien en las principales ciudades, pero ¿Qué hay de los sitios alejados? Hay mucho que pensar.
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