La realidad educativa hace que este proceso sea el de narrar, hacer ver a la realidad de una manera estática, llenando a los alumnos con narraciones huecas. Esto se evidencia en la memorística mecánica que se imprime en las respuestas, no percibiendo el proceso de transformación.
Entonces los educandos se vuelven depósitos intelectuales de los profesores; piensan que su ignorancia es la razón de existir de sus profesores, y no son conscientes que ellos educan a los educadores. Los profesores son los todopoderosos en nuestra realidad, quienes deciden el conocimiento del alumno.
¿Y quienes dirigen este sistema? Los opresores, quienes transforman, en el oprimido, su mentalidad, más no su realidad.
Y si alguien piensa auténticamente, esto es considerado peligroso para los opresores, quienes no descansarán hasta haber acabado con este, generando un tabú en el pensamiento.
Esta prohibición no solo es a nivel ideológico, sino que se enseña en los colegios, universidades, institutos, donde los profesores establecen que enseñar y que no, perdiendo así el alumno su libertad en el aprendizaje. Como resultado, los hombres son simples objetos, sin consciencia ni crítica, que genera una sociedad oprimida.
En esta sociedad prohibitiva, los oprimidos se levantan indirectamente cuando surge algún líder, pero la mayoría de veces, estos líderes degeneraron en caudillismo y terminaron decepcionando a quienes los apoyaron.
En una sociedad libre, en la que las ideas no sean proscritas, el educador y educando intercambian roles, es decir, el educador es educado y los educandos educan. Una educación como práctica de libertad niega al hombre individualista y exalta al hombre comunicativo, reflexivo y crítico.
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